lunes, agosto 21, 2006

El “TLC”, Hernando de Soto y decisiones políticas

La decisión de acelerar y/o asegurar la aprobación del Acuerdo de Promoción Comercial Perú-EE.UU., y erróneamente denominado Tratado de Libre Comercio (TLC), ha desembocado en la designación de Hernando de Soto como representante personal del presidente Alan García ante las instancias legislativas norteamericanas. Designación que no se limita a la aprobación del acuerdo comercial, sino que también involucra aspectos de política económica y modificaciones institucionales en el aparato del Estado, a tenor de las declaraciones del mismo señor de Soto.

Sin embargo, y previo a precisar dichos aspectos, me permito señalar que el punto de partida o referente sobre la necesidad de conseguir la aprobación del “TLC”, es el convencimiento del señor de Soto -tal como lo ha expresado-, que el TLC tal como está planteado es una solución a la problemática de pobreza en nuestro país... y de hecho, un buen acuerdo. De allí que su misión no sea la de observar o cuestionar su contenido (“...al TLC no le tocaremos un pelo.”), sino la de hacer lobby para lograr su aprobación. Pero, tan locuaz él, ha dejado muy en claro que dicho acuerdo “...solo beneficiará al 2% de las empresas nacionales”.

Lo anterior, que considero sumamente grave. No puede ser tomado como un desliz emocional. En particular porque implica una ácida –y descalificadora- crítica al “Equipo negociador”, toda vez que haber negociado durante tres años un acuerdo comercial para beneficiar sólo al 2% de las empresas nacionales, no es de ninguna manera un logro destacable y por lo tanto reafirma la posición de quienes siguen cuestionando el “TLC”. En todo caso, intuyo dos situaciones: (i) que no se haya percatado de su flagrante contradicción, o (ii) que no tenga ningún interés por la naturaleza y alcances del “TLC”. En este caso, su interés personal e institucional estaría orientado a que la misión encargada -de buena fe-, le permita una significativa cuota de poder en el gobierno y redunde a favor de su imagen y naturales expectativas.

En tal sentido, sus declaraciones sobre la necesidad de modificar o agregar organismos a la estructura del Estado para hacer operativo, funcional y beneficioso el “TLC”, no es sino una suerte de propuesta carente de seriedad. Y no es serio, porque sería un absurdo ir adecuando la estructura del Estado a todos y cada uno de los acuerdos comerciales que suscribamos, y cuya naturaleza y fines son específicos. Por otro lado, es menos serio aún, tratar de inducir un enfoque de cambios estructurales (o reforma del Estado), sin haberse definido los grandes objetivos nacionales, regionales y sectoriales, a través de un Plan o Proyecto Nacional. El mismo que sirva de marco orientador al desarrollo interno, así como sobre la naturaleza de las relaciones internacionales, comerciales o no.

Ahora bien, el espacio que se le va a entregar al señor de Soto, va a significarle al gobierno del señor García, y al país desde luego, un serio factor de inestabilidad. Inestabilidad resultante de un escenario en que las expectativas de importantes sectores de la economía -influenciados por el eficiente mercadeo mediático que rodea al señor de Soto-, confrontadas con iniciativas mal concebidas y difícil de implementar, han de llevar a que sea la figura presidencial -y luego el partido aprista- quienes se vean responsabilizados de una suerte de “falta de apoyo” al fundador y operador internacional del ILD, quien a no dudar busque en su momento una salida nada elegante del escenario político. Salida que, dicho sea de paso, ya es bastante anunciada.

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