martes, mayo 09, 2006

El FMI: cambios de enfoques y “modelos”...

Recientemente, y a partir de los cambios en los más altos niveles de directivos y funcionarios del FMI, la tecno-burocracia de dicho organismo y otros similares, se han vuelto intelectualmente diligentes y han iniciado un proceso de catarsis o autocrítica respecto al instrumental teórico-práctico conque han “guiado” a los países pobres -y no tan pobres- para alcanzar el crecimiento sostenido y la reducción de la pobreza; asesoría cuyos resultados a toda vista han devenido en poco satisfactorios.

Asimismo, dicha tendencia iniciada por articulistas vinculados a los organismos internacionales, señala la proximidad de cambios de enfoques e instrumentos menos rígidos para la implementación -por parte de cada país-, de un marco coherente de políticas económicas y, a su vez, consistentes con su realidad y problemática. Cambios que, en el caso de nuestro país y con la llegada del nuevo gobierno, esperamos sean asumidos proactivamente; de manera particular, al constituirse los equipos de “hacedores” de política económica, los mismos que han reemplazar a los "improductivos" e inefables MEF-Boys.

Precisamente, en la ultima edición de la publicación trimestral “Finanzas & Desarrollo” (http://www.imf.org/fandd), se incluye una serie de artículos que tratan de explicar el tema central de su editorial; esto es, la revisión de ideas, propuestas y/o modelos de intervención utilizados por los hacedores de políticas (asesores y otros) vinculados al BM y FMI, en los gobiernos en proceso de "reformas". Leamos el párrafo inicial del editorial: “Encontrar la manera de acelerar el crecimiento es una prioridad máxima en el mundo entero. Los asesores económicos de gobierno suelen afirmar que la disciplina macroeconómica, la promoción estructural de la competencia y la flexibilidad, y la fortaleza institucional (factor que estos días recibe especial atención) crean un marco propicio para el espíritu de empresa y el ímpetu de crecimiento. Pero ha sido extremadamente difícil convalidar esa proposición general con hechos concretos y darle una dimensión práctica. ¿Qué es exactamente lo que saben e ignoran los economistas cuando hablan de crecimiento? ¿Qué rumbo deben tomar los estudios y las políticas? (...)”.

Desde luego, ello no hace sino afirmar una intencionalidad crítica al interior de los organismos internacionales que, luego de casi 20 años de “orientación” económica, se encuentran con países donde el crecimiento no es una constante, pero si la pobreza absoluta. Uno de los artículos (“Repensar el crecimiento”, de Zagha, Nankani y Gill), es bastante explícito sobre la reciente corriente de pensamiento, en particular cuando se señala en el subtítulo que: “Los economistas se replantean que saben sobre el crecimiento y como formular políticas a falta de modelos fidedignos.”. De hecho, cuando refieren a economistas, están hablando de funcionarios de los organismos internacionales y sus similares en cada gobierno “apoyado”. Algunos párrafos seleccionados del artículo en mención, nos aclarará la orientación en curso.

“Para los especialistas en desarrollo de los años cincuenta y sesenta, el crecimiento era un complejo proceso de transformación económica, social y política. Para captar algunas de sus dimensiones, crearon nuevos conceptos económicos: Lewis, ‘economía dual’ y ‘desempleo excedente’; Schultz, ‘capital humano’; Gerschenkron y Rostow, ‘etapas de desarrollo’, ‘despegue’ y ‘nivelación’, y Seer, Prebisch y Hirschmann, ‘estructuralismo’. A fines de los ochenta y principio de los noventa, dichos especialistas elaboraron la idea más sencilla de que el crecimiento era cuestión de aplicar una política nacional correcta. (...), esa política significaba menos déficit fiscal, derechos de importación más bajos, menos restricciones para el comercio internacional y los flujos de capital, cualesquiera fueran la historia, la economía política y las instituciones del país".

“Buena parte de esa visión se reflejó en el Consenso de Washington articulado por Williamson en 1990, que sintetizaba las políticas que los economistas del Banco Mundial, el FMI, el Tesoro de los Estados Unidos y los centros de estudios de Washington, consideraban necesaria para rescatar a los países latinoamericanos de los ciclos de inflación y poco crecimiento. Williamson subrayó que el consenso debía aplicarse con criterio y no mecánicamente, pero después este cobró vida propia, convirtiéndose en la expresión de lo que pensaba la mayoría de los economistas dentro y fuera de Washington sobre lo requerido para el crecimiento de casi todos los países en desarrollo".

En el transcurso de los años noventa, los países implementaron políticas acordes a dicho consenso (...). En América Latina, los países estabilizaron sus economías, vencieron la hiperinflación, abrieron sus mercados al comercio internacional y privatizaron sus empresas públicas (...). El alcance y profundidad de estas reformas no tienen precedentes en la historia reciente de la economía (...). Pero los resultados fueron inesperados. En algunos casos superaron los pronósticos más optimistas y en otros ni siquiera se aproximaron (...). Algunos lograron mantener un rápido crecimiento con una reforma moderada y otros no mejoraron incluso después de realizar una reforma amplia.”

“Interpretar las razones y derivar conclusiones fue el objetivo del estudio del Banco Mundial de 2005 ‘Crecimiento Económico en los noventa: Aprendiendo de una Década de Reforma’, donde se consideraron las principales áreas de cambio político e institucional de esa época: estabilización macroeconómica, liberalización del comercio, reforma de los sectores financiero y publico, privatización y desregulación, democratización, y se combinó el análisis de episodios de crecimiento con las opiniones de las autoridades económicas que implementaron las políticas y de ex directores para países del banco Mundial.”

Un resultado fundamental fue el redescubrimiento de la complejidad del crecimiento económico y de la dificultad de aplicar fórmulas sencillas; otro fue el grado de convergencia de las opiniones. Aunque las autoridades, los funcionarios del Banco y los economistas empezaron desde perspectivas diferentes, todos extrajeron enseñanzas similares".

“Primero, las expectativas sobre el impacto de la reforma en el crecimiento eran poco realistas. En el comercio, el aumento del volumen tiene una relación no ambigua con el crecimiento, pero no así la causalidad. Cuando una economía crece y se desarrolla y amplía su capital humano, aumentan inevitablemente las oportunidades de comerciar, incluso con los mismos aranceles.

“Segundo, las reformas deben promover el crecimiento, no solo la eficiencia. Las de los noventa se centraron en el uso eficiente de los recursos, no en la expansión de la capacidad y el crecimiento. Permitieron una mejor utilización de la capacidad, estableciendo la base para un crecimiento sostenido a largo plazo, pero no incentivos suficientes para ampliarla.

“Tercero, es posible crear en distintas formas condiciones necesarias, pero no igualmente conducentes para el crecimiento económico. Todo proceso sostenido se basa en la acumulación de capital, el uso eficiente de los recursos, el progreso tecnológico y una distribución socialmente aceptable del ingreso”.

“Cuarto, la estabilización y la gestión de la macroeconomía tienen que orientarse al crecimiento. Esta década nos hizo entender que es importante la forma en que se logra la estabilidad macroeconómica. Bajar la inflación apreciando el tipo de cambio entorpece las exportaciones y el crecimiento del PBI. Lo mismo pasa con el déficit fiscal por disminución del gasto público de alto rendimiento, o la de los intereses mediante un endeudamiento externo excesivo (a menudo a corto plazo). También mostró que los beneficios esperados de la liberalización de la cuenta de capital no eran realistas y se subestimó el riesgo, que no era tanto el riesgo de que desaparecieran las entradas de fondos en épocas normales, sino que eventualmente desestabilizaran la economía, algo que queda demostrado por las crisis financieras que sufrió la mayoría de receptores principales de capital privado”.

“Quinto, hay que responsabilizar a los gobiernos, no pasarlos por alto. Como en general los países en desarrollo resuelven los problemas de delegación, depredación y decisión colectiva con menos eficiencia que los industriales, muchas de las reformas de los noventa procuraron implantar políticas (...) que recortaban la discreción del gobierno y minimizaban las demandas para las instituciones, pero no fueron soluciones perdurables. La discreción se necesita en muchas actividades esenciales para sostener el crecimiento, desde la regulación de las empresas de servicios públicos y la supervisión bancaria hasta el suministro de infraestructura y servicios sociales”.

“Sexto, los gobiernos deben abandonar la fórmula de que ‘cualquier reforma vale’ y concentrarse en respaldar el crecimiento. Para lo cual deben identificar las restricciones, lo que a su vez hace necesario reconocer las características especiales de cada país y realizar más análisis económicos, con mayor rigor que el que exige la fórmula
.

Termina el artículo señalando algo importante y que nuestros hacedores de política (MEF-Boys, entre otros) no quieren entender, tanto por sus limitaciones profesionales (distancia de la realidad nacional) como por la discrecionalidad de la que hacen alarde: “La década de 1990 enseñó mucho, y quizá lo más importante sea que nuestro conocimiento del crecimiento económico es muy incompleto, lo que exige más humildad cuando se asesora, un mayor reconocimiento de que un sistema económico no siempre responde como se predijo y más rigor económico cuando se formula el asesoramiento (...)”.

Asi que lo dicho, y en particular el punto sexto, nos señalan con claridad hacia donde debe apuntar la racionalidad de nuestras políticas: (i) diagnóstico correcto o explicativo de la realidad; (ii)
identificación de las principales restricciones para el crecimiento de nuestra economía; (iii) priorización de sectores en función de su articulación económica y el grado de participación-capacidad de los agentes económicos; (iv) definición de estrategias y políticas de corto y mediano plazo, traducidos en normas e institucionalidad; y (v) como elemento integrador, la formulación de un Proyecto Nacional que se operativice a través de Planes de Desarrollo a largo plazo. Desde luego, si alguien piensa que ello es lo que se viene "consensando" en el foro del Acuerdo Nacional, es mejor que se quite las anteojeras...

(NOTA.- Los subrayados son míos)

jueves, mayo 04, 2006

TLC y compensaciones: como alimentar a pobres haciendo más pobres...

(NOTA.- El artículo, por su naturaleza es un poco extenso y no ligero. Si tiene interés, le agradecemos su lectura...).

Una interrogante poco o nada explicada, ha sido el porqué del TLC en términos de la economía como un todo. Es decir, no considerar el acuerdo como un trato específico de naturaleza comercial-aduanera, sino como una herramienta de política económica, tal como lo han hecho otros países que han negociado desde una perspectiva nacional y no de favorecer los deseos de grupos económicos que han visto en el TLC una oportunidad para importar barato y vender caro. Grupos con naturales espectativas del "buen" negocio y punto. Por ello, y no siendo el TLC la resultante de planes de desarrollo y de necesidades de implementar una estrategia -claramente explicada- de desarrollo económico a mediano y largo plazo, insistir en su ratificación deviene en un contrasentido. Un lamentable y peligroso contrasentido, que impedirá decisiones y acciones futuras de gobierno, que guarden coherencia y articulación entre todos los sectores de la economía, a fin de redistribuir recursos y resultados.

En tal sentido, para la mayoría de peruanos con un nivel básico de entendimiento, viene resultando poco explicable como un tema poco discutido y sumamente controversial, ha llegado a ser un "asunto de estado" (Sí o Sí). Sin embargo, ello tiene algunas explicaciones si lo apreciamos desde la perspectiva de grupos de poder, tecno-burócratas "liberalizantes" y medios de prensa (tv, radio, diarios) requeridos de mayores "beneficios". Explicaciones que se vinculan a la puesta en marcha de un sicosocial a gran escala, expresado en una campaña de 2 años -como mínimo- orientada a: (i) “crear” una opinión favorable a la suscripción de un acuerdo comercial con el mercado “más grande del mundo”; (ii) “debilitar” la resistencia de los gremios o sectores productivos –básicamente agropecuarios- para aceptar los perjuicios resultantes de la aplicación del denominado TLC; entre ellos, áreas sembradas, producción, empleo e ingresos; y (iii) “colocar” en la agenda parlamentaria la ratificación del acuerdo, como una decisión ineludible del actual y "confiable" Congreso, a vistas del próximo cambio de gobierno y de cuyos candidatos -Alan García y Ollanta Humala- no tienen la “seguridad” de que apoyen la ratificación. Así que ahora o nunca es la consigna. ¿Y el futuro del país?... Bueno, el que salga último que apague la luz.

Por otro lado, es evidente que para implementar dicho sicosocial masificado, aplicado en cada uno de los países vinculados al TLC, tales como: Perú, Ecuador y Colombia, no se ha escatimado ningún esfuerzo para “alinear” a los medios en dicho objetivo. Desde luego, después de una costosa y larga campaña que les ha significado a los propietarios de medios (radio, tv y diarios), y por lo general asociados a la “democrática y transparente” SIP, engrosar significativamente sus cuentas bancarias o en el “peor” de los casos, disminuir sus deudas con el Estado. Una campaña, puesta en primer plano para ir “relegando” astutamente el análisis y discusión de la real situación del país (pobreza y estancamiento), así como esconder ante la opinión pública a los responsables que se pretenden imprescindibles para “dirigir” nuestra economía...

Esta es, desde luego, una situación histórica que los gobiernos ocultan tras “exitosas” cifras macroeconómicas, y sobre todo el periodismo que, en lugar de exponerla con independencia, honestidad y transparencia, se allanan a los intereses de sus empleadores. Empleadores o dueños de empresas que, conociendo mucho sobre “rentabilidad” mediática, evitan adoptar o promover una posición crítica entre sus periodistas, en particular sobre la necesaria información y discusión de temas fundamentales para la correcta marcha del país, tales como: (i) empleo; en cantidad, calidad y estabilidad; (ii) ingreso; mejores y/o justas remuneraciones; (iii) consumo; diversificado y mejora de la calidad de vida; (iv) intereses; los más altos a nivel mundial y por lo tanto expoliativos; (v) tarifas; en particular de servicios, que devienen como las más altas del continente, a pesar de la creciente pérdida de empleo e ingresos en la población; y (vi) rol del Estado; promotor e impulsor de la demanda interna, como medio de “romper” el circulo de: menos demanda, menos precio, menos inflación, menos consumo, menos alimentación, menos salud, y... más pobreza e indigencia social de las mayorías (el 99.9% del país).

Bien, veamos entonces como juega el TLC en el contexto descrito, en particular el tema de las compensaciones. En primer lugar, y no primeramente como dice Antero, el tema de las compensaciones es un reconocimiento explícito de que el TLC genera perjuicios económicos -y sociales- en su aplicación. Esto es, que sectores productivos vinculados a la siembra de: maíz, arroz, azúcar, trigo y lácteos, principalmente, no podrán competir con las importaciones norteamericanas, debido a que su precio es subsidiado (el estado norteamericano asume gran parte del costo) y por lo tanto más barato y sin posibilidades de aplicar aranceles que regulen dicha distorsión (el subsidio) que contraviene cualquier principio de comercio internacional. Es decir; los librecambistas acudiendo al “repudiable” subsidio, para competir con países pobres. ¡No faltaba más!. En segundo lugar, el principio de las compensaciones es que: la distorsión creada por los norteamericanos al subsidiar su agricultura, debemos pagarlo nosotros, transfiriendo nuestros recursos fiscales hacia dicho fin. Usted dirá que es cosa de locos... Pues sí, lo es.

Una locura que no lo es tanto, por lo menos para sus irresponsables (¿?) promotores, entre ellos –cuando no- los inefables "hacedores de política" del MEF y COMEX. Personajes que se alucinan lo máximo en conocimiento y aplicación de políticas económicas. Grupos que en alianza con sectores del empresariado dedicados al “rápido” y rentable negocio de importar baratijas y bienes subsidiados, vienen liquidando lo que queda de la industria y agricultura nacional, bajo el argumento de que producimos muy caro y que la población debe tener bienes baratos. Por supuesto, no entienden que nuestros productos no son relativamente caros, sino que no hay capacidad adquisitiva (empleo+ingreso) con que pagarlos, por lo que al no haber demanda, los productos permanecen en los mercados sin venderse o deteriorándose (pérdidas), por lo cual su precios no pueden subir ni acercarse –siquiera- a sus costos reales, siendo los más perjudicados los agricultores (bienes perecibles y estacionales) y los industriales orientados al mercado interno que por la limitada producción-demanda, no pueden cubrir los costos ni tampoco innovar y mejorar calidad. Sectores que buscan sobrevivir y/o pasar a la informalidad.

No dudo estimado lector, que hasta aquí tengamos por comprendido el porqué de los bajos índices de inflación: NO HAY DEMANDA, o si se quiere no se incrementa. Luego, si no hay demanda por falta de capacidad adquisitiva de la población, es lógico que no suban los precios. En nuestro caso, que un equipo económico se precie de exitoso por mantener baja la inflación cuando no hay oportunidades de empleo e ingresos, es poco menos que insultante. Lo mejor sería que reconozcan que estamos ante una economía recesada, empobrecida y empobrecedora, en la cual un TLC orientado a importar barato para vender caro (arroz, azúcar, etc.) no es una solución. Y no es una solución, porque el problema no es que falte producción... sino que no hay con que comprar. Así de sencillo. Por ello es que los promotores de reformas estructurales, apertura de mercados, privatizaciones, etc, andan divagando y sin rumbo dado a que su “diagnóstico” del país, si es que realmente lo hacen, no está reflejando la realidad sino un escenario idealizado en donde ellos son los héroes o los buenos de la película. No hay duda que tienen la suerte de estar en el Perú, donde la paga por divagar... es excelente.

Además, es importante reconocer que, una problemática no se resuelve con buenos deseos, sino afrontando la realidad. Y una realidad es que el Estado, ante la situación de estancamiento y grandes beneficios para pocos sectores, debe asumir su rol rector de la economía y promover políticas para: (i) mejorar los ingresos de quienes ya trabajan; (ii) hacer del trabajo una actividad estable y con futuro; (iii) incentivar inversiones productivas -en la agricultura e industria- con alto ratio de empleo/ingresos; (iv) impulsar el desarrollo de infraestructura productiva –riego y vías- para optimizar el uso de recursos; y -entre otros-, (v) abandonar criterios –no principios- de presupuesto equilibrado e inflación cero. En éste punto, el “temido” Banco Mundial, considera razonable establecer un rango de inflación entre 8 y 12%, lo cual implica que los déficit fiscales puedan fluctuar para mantener dicho referente.

Ahora bien, si afrontamos con realismo y seriedad la problemática del país, una primera medida sería reforzar el agro y la industria para consumo interno. En tal eventualidad, que haríamos con el TLC en la medida que estamos obligados a comprarles a los EE.UU. y cumplir con cuotas establecidas. Es decir, cualquiera de las soluciones de política económica a futuro, tendrá como obstáculo precisamente lo “negociado” dentro del TLC. Y como para nosotros es un Acuerdo o Tratado Internacional, los Estados Unidos podrán demandarnos ante Tribunales Internacionales por el “incumplimiento” y hacernos pagar millonarias indemnizaciones (lucro cesante). En resumen, alegría del momento y pesares de toda la vida... Si señores, así se maneja nuestro país.