miércoles, noviembre 01, 2006

¡Que viva el Santo!

Para quienes piensen que estamos celebrando un cumpleaños, no es exactamente así. En realidad, la motivación de este artículo tiene relación con la pérdida o progresivo olvido de costumbres y tradiciones que son parte esencial de nuestra rica y variada vida cultural.

Precisamente, una de ellas tiene que ver con la celebración de nuestros cumpleaños y la clásica expresión de regocijo o alegría: ¡Qué viva el Santo!, que acompaña el momento entre familiares y amigos invitados a la reunión celebratoria. Sin embargo, y a pesar de repetirse dicha expresión durante tal evento, pocos de los presentes y espontáneos animadores están conscientes de su significado y/o de su origen.

En tal sentido, y coincidente con la celebración hoy (1° Noviembre) del “Día de Todos los Santos”, fecha que en el calendario litúrgico cristiano-católico se recuerda a todos los Santos (y Beatos) incorporados en el SANTORAL, deviene oportuno explicar la relación entre este y el cumpleaños de cada uno de nosotros. Por lo menos, de quienes llevamos como nombre uno escogido del Santoral.

Me explico, hasta hace unas décadas y mientras en casa se usaban los Almanaques o Calendarios católicos, si una persona nacía en una fecha determinada, los padres escogían un nombre -por lo general el segundo- de dicho almanaque. Una precisión, dichos almanaques o calendarios tenían como características principales: (i) empezaba la semana con el día Lunes y terminaba en Domingo o “Fiesta de Guardar”; y (ii) en cada uno de los días, estaba impreso el nombre de los Santos cuya festividad o recordatorio se hacía explícito.

Dicho nombre, desde luego, se correspondía y establecía una relación permanente -o de por vida- entre el día de nacimiento y el Santo protector escogido. Ello explica el porqué, durante los momentos celebratorios de un cumpleaños, se repetía -y repite- la conocida y poca explicada expresión: ¡Que viva el Santo!.

Es evidente que actualmente, tanto el desuso “tendencioso” de los almanaques católicos como los cambios o “revisiones” del Santoral promovido en su momento por la Curia Vaticana, ha dado lugar a que se pierda la relación: Nombre-Santo. Asimismo, que en la estructura de los nombres no se siga una costumbre que era propia o por lo menos generalmente difundida en nuestra cultura nacional.

En lo particular, desde los cambios o “depuraciones” en el Santoral, me he quedado sin Santo... y sólo con ¡Feliz Cumpleaños!. O como dicen los peruanos aculturados en la "globalización": ¡Happy Birthday!...