¡Que viva el Santo!
Para quienes piensen que estamos celebrando un cumpleaños, no es exactamente así. En realidad, la motivación de este artículo tiene relación con la pérdida o progresivo olvido de costumbres y tradiciones que son parte esencial de nuestra rica y variada vida cultural.
Precisamente, una de ellas tiene que ver con la celebración de nuestros cumpleaños y la clásica expresión de regocijo o alegría: ¡Qué viva el Santo!, que acompaña el momento entre familiares y amigos invitados a la reunión celebratoria. Sin embargo, y a pesar de repetirse dicha expresión durante tal evento, pocos de los presentes y espontáneos animadores están conscientes de su significado y/o de su origen.
En tal sentido, y coincidente con la celebración hoy (1° Noviembre) del “Día de Todos los Santos”, fecha que en el calendario litúrgico cristiano-católico se recuerda a todos los Santos (y Beatos) incorporados en el SANTORAL, deviene oportuno explicar la relación entre este y el cumpleaños de cada uno de nosotros. Por lo menos, de quienes llevamos como nombre uno escogido del Santoral.
Me explico, hasta hace unas décadas y mientras en casa se usaban los Almanaques o Calendarios católicos, si una persona nacía en una fecha determinada, los padres escogían un nombre -por lo general el segundo- de dicho almanaque. Una precisión, dichos almanaques o calendarios tenían como características principales: (i) empezaba la semana con el día Lunes y terminaba en Domingo o “Fiesta de Guardar”; y (ii) en cada uno de los días, estaba impreso el nombre de los Santos cuya festividad o recordatorio se hacía explícito.
Dicho nombre, desde luego, se correspondía y establecía una relación permanente -o de por vida- entre el día de nacimiento y el Santo protector escogido. Ello explica el porqué, durante los momentos celebratorios de un cumpleaños, se repetía -y repite- la conocida y poca explicada expresión: ¡Que viva el Santo!.
Es evidente que actualmente, tanto el desuso “tendencioso” de los almanaques católicos como los cambios o “revisiones” del Santoral promovido en su momento por la Curia Vaticana, ha dado lugar a que se pierda la relación: Nombre-Santo. Asimismo, que en la estructura de los nombres no se siga una costumbre que era propia o por lo menos generalmente difundida en nuestra cultura nacional.
En lo particular, desde los cambios o “depuraciones” en el Santoral, me he quedado sin Santo... y sólo con ¡Feliz Cumpleaños!. O como dicen los peruanos aculturados en la "globalización": ¡Happy Birthday!...
Precisamente, una de ellas tiene que ver con la celebración de nuestros cumpleaños y la clásica expresión de regocijo o alegría: ¡Qué viva el Santo!, que acompaña el momento entre familiares y amigos invitados a la reunión celebratoria. Sin embargo, y a pesar de repetirse dicha expresión durante tal evento, pocos de los presentes y espontáneos animadores están conscientes de su significado y/o de su origen.
En tal sentido, y coincidente con la celebración hoy (1° Noviembre) del “Día de Todos los Santos”, fecha que en el calendario litúrgico cristiano-católico se recuerda a todos los Santos (y Beatos) incorporados en el SANTORAL, deviene oportuno explicar la relación entre este y el cumpleaños de cada uno de nosotros. Por lo menos, de quienes llevamos como nombre uno escogido del Santoral.
Me explico, hasta hace unas décadas y mientras en casa se usaban los Almanaques o Calendarios católicos, si una persona nacía en una fecha determinada, los padres escogían un nombre -por lo general el segundo- de dicho almanaque. Una precisión, dichos almanaques o calendarios tenían como características principales: (i) empezaba la semana con el día Lunes y terminaba en Domingo o “Fiesta de Guardar”; y (ii) en cada uno de los días, estaba impreso el nombre de los Santos cuya festividad o recordatorio se hacía explícito.
Dicho nombre, desde luego, se correspondía y establecía una relación permanente -o de por vida- entre el día de nacimiento y el Santo protector escogido. Ello explica el porqué, durante los momentos celebratorios de un cumpleaños, se repetía -y repite- la conocida y poca explicada expresión: ¡Que viva el Santo!.
Es evidente que actualmente, tanto el desuso “tendencioso” de los almanaques católicos como los cambios o “revisiones” del Santoral promovido en su momento por la Curia Vaticana, ha dado lugar a que se pierda la relación: Nombre-Santo. Asimismo, que en la estructura de los nombres no se siga una costumbre que era propia o por lo menos generalmente difundida en nuestra cultura nacional.
En lo particular, desde los cambios o “depuraciones” en el Santoral, me he quedado sin Santo... y sólo con ¡Feliz Cumpleaños!. O como dicen los peruanos aculturados en la "globalización": ¡Happy Birthday!...
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