El FMI: cambios de enfoques y “modelos”...
Recientemente, y a partir de los cambios en los más altos niveles de directivos y funcionarios del FMI, la tecno-burocracia de dicho organismo y otros similares, se han vuelto intelectualmente diligentes y han iniciado un proceso de catarsis o autocrítica respecto al instrumental teórico-práctico conque han “guiado” a los países pobres -y no tan pobres- para alcanzar el crecimiento sostenido y la reducción de la pobreza; asesoría cuyos resultados a toda vista han devenido en poco satisfactorios.
Asimismo, dicha tendencia iniciada por articulistas vinculados a los organismos internacionales, señala la proximidad de cambios de enfoques e instrumentos menos rígidos para la implementación -por parte de cada país-, de un marco coherente de políticas económicas y, a su vez, consistentes con su realidad y problemática. Cambios que, en el caso de nuestro país y con la llegada del nuevo gobierno, esperamos sean asumidos proactivamente; de manera particular, al constituirse los equipos de “hacedores” de política económica, los mismos que han reemplazar a los "improductivos" e inefables MEF-Boys.
Asimismo, dicha tendencia iniciada por articulistas vinculados a los organismos internacionales, señala la proximidad de cambios de enfoques e instrumentos menos rígidos para la implementación -por parte de cada país-, de un marco coherente de políticas económicas y, a su vez, consistentes con su realidad y problemática. Cambios que, en el caso de nuestro país y con la llegada del nuevo gobierno, esperamos sean asumidos proactivamente; de manera particular, al constituirse los equipos de “hacedores” de política económica, los mismos que han reemplazar a los "improductivos" e inefables MEF-Boys.
Precisamente, en la ultima edición de la publicación trimestral “Finanzas & Desarrollo” (http://www.imf.org/fandd), se incluye una serie de artículos que tratan de explicar el tema central de su editorial; esto es, la revisión de ideas, propuestas y/o modelos de intervención utilizados por los hacedores de políticas (asesores y otros) vinculados al BM y FMI, en los gobiernos en proceso de "reformas". Leamos el párrafo inicial del editorial: “Encontrar la manera de acelerar el crecimiento es una prioridad máxima en el mundo entero. Los asesores económicos de gobierno suelen afirmar que la disciplina macroeconómica, la promoción estructural de la competencia y la flexibilidad, y la fortaleza institucional (factor que estos días recibe especial atención) crean un marco propicio para el espíritu de empresa y el ímpetu de crecimiento. Pero ha sido extremadamente difícil convalidar esa proposición general con hechos concretos y darle una dimensión práctica. ¿Qué es exactamente lo que saben e ignoran los economistas cuando hablan de crecimiento? ¿Qué rumbo deben tomar los estudios y las políticas? (...)”.
Desde luego, ello no hace sino afirmar una intencionalidad crítica al interior de los organismos internacionales que, luego de casi 20 años de “orientación” económica, se encuentran con países donde el crecimiento no es una constante, pero si la pobreza absoluta. Uno de los artículos (“Repensar el crecimiento”, de Zagha, Nankani y Gill), es bastante explícito sobre la reciente corriente de pensamiento, en particular cuando se señala en el subtítulo que: “Los economistas se replantean que saben sobre el crecimiento y como formular políticas a falta de modelos fidedignos.”. De hecho, cuando refieren a economistas, están hablando de funcionarios de los organismos internacionales y sus similares en cada gobierno “apoyado”. Algunos párrafos seleccionados del artículo en mención, nos aclarará la orientación en curso.
“Para los especialistas en desarrollo de los años cincuenta y sesenta, el crecimiento era un complejo proceso de transformación económica, social y política. Para captar algunas de sus dimensiones, crearon nuevos conceptos económicos: Lewis, ‘economía dual’ y ‘desempleo excedente’; Schultz, ‘capital humano’; Gerschenkron y Rostow, ‘etapas de desarrollo’, ‘despegue’ y ‘nivelación’, y Seer, Prebisch y Hirschmann, ‘estructuralismo’. A fines de los ochenta y principio de los noventa, dichos especialistas elaboraron la idea más sencilla de que el crecimiento era cuestión de aplicar una política nacional correcta. (...), esa política significaba menos déficit fiscal, derechos de importación más bajos, menos restricciones para el comercio internacional y los flujos de capital, cualesquiera fueran la historia, la economía política y las instituciones del país".
“Buena parte de esa visión se reflejó en el Consenso de Washington articulado por Williamson en 1990, que sintetizaba las políticas que los economistas del Banco Mundial, el FMI, el Tesoro de los Estados Unidos y los centros de estudios de Washington, consideraban necesaria para rescatar a los países latinoamericanos de los ciclos de inflación y poco crecimiento. Williamson subrayó que el consenso debía aplicarse con criterio y no mecánicamente, pero después este cobró vida propia, convirtiéndose en la expresión de lo que pensaba la mayoría de los economistas dentro y fuera de Washington sobre lo requerido para el crecimiento de casi todos los países en desarrollo".
“En el transcurso de los años noventa, los países implementaron políticas acordes a dicho consenso (...). En América Latina, los países estabilizaron sus economías, vencieron la hiperinflación, abrieron sus mercados al comercio internacional y privatizaron sus empresas públicas (...). El alcance y profundidad de estas reformas no tienen precedentes en la historia reciente de la economía (...). Pero los resultados fueron inesperados. En algunos casos superaron los pronósticos más optimistas y en otros ni siquiera se aproximaron (...). Algunos lograron mantener un rápido crecimiento con una reforma moderada y otros no mejoraron incluso después de realizar una reforma amplia.”
“Interpretar las razones y derivar conclusiones fue el objetivo del estudio del Banco Mundial de 2005 ‘Crecimiento Económico en los noventa: Aprendiendo de una Década de Reforma’, donde se consideraron las principales áreas de cambio político e institucional de esa época: estabilización macroeconómica, liberalización del comercio, reforma de los sectores financiero y publico, privatización y desregulación, democratización, y se combinó el análisis de episodios de crecimiento con las opiniones de las autoridades económicas que implementaron las políticas y de ex directores para países del banco Mundial.”
“Un resultado fundamental fue el redescubrimiento de la complejidad del crecimiento económico y de la dificultad de aplicar fórmulas sencillas; otro fue el grado de convergencia de las opiniones. Aunque las autoridades, los funcionarios del Banco y los economistas empezaron desde perspectivas diferentes, todos extrajeron enseñanzas similares".
“Primero, las expectativas sobre el impacto de la reforma en el crecimiento eran poco realistas. En el comercio, el aumento del volumen tiene una relación no ambigua con el crecimiento, pero no así la causalidad. Cuando una economía crece y se desarrolla y amplía su capital humano, aumentan inevitablemente las oportunidades de comerciar, incluso con los mismos aranceles”.
“Segundo, las reformas deben promover el crecimiento, no solo la eficiencia. Las de los noventa se centraron en el uso eficiente de los recursos, no en la expansión de la capacidad y el crecimiento. Permitieron una mejor utilización de la capacidad, estableciendo la base para un crecimiento sostenido a largo plazo, pero no incentivos suficientes para ampliarla”.
“Tercero, es posible crear en distintas formas condiciones necesarias, pero no igualmente conducentes para el crecimiento económico. Todo proceso sostenido se basa en la acumulación de capital, el uso eficiente de los recursos, el progreso tecnológico y una distribución socialmente aceptable del ingreso”.
“Cuarto, la estabilización y la gestión de la macroeconomía tienen que orientarse al crecimiento. Esta década nos hizo entender que es importante la forma en que se logra la estabilidad macroeconómica. Bajar la inflación apreciando el tipo de cambio entorpece las exportaciones y el crecimiento del PBI. Lo mismo pasa con el déficit fiscal por disminución del gasto público de alto rendimiento, o la de los intereses mediante un endeudamiento externo excesivo (a menudo a corto plazo). También mostró que los beneficios esperados de la liberalización de la cuenta de capital no eran realistas y se subestimó el riesgo, que no era tanto el riesgo de que desaparecieran las entradas de fondos en épocas normales, sino que eventualmente desestabilizaran la economía, algo que queda demostrado por las crisis financieras que sufrió la mayoría de receptores principales de capital privado”.
“Quinto, hay que responsabilizar a los gobiernos, no pasarlos por alto. Como en general los países en desarrollo resuelven los problemas de delegación, depredación y decisión colectiva con menos eficiencia que los industriales, muchas de las reformas de los noventa procuraron implantar políticas (...) que recortaban la discreción del gobierno y minimizaban las demandas para las instituciones, pero no fueron soluciones perdurables. La discreción se necesita en muchas actividades esenciales para sostener el crecimiento, desde la regulación de las empresas de servicios públicos y la supervisión bancaria hasta el suministro de infraestructura y servicios sociales”.
“Sexto, los gobiernos deben abandonar la fórmula de que ‘cualquier reforma vale’ y concentrarse en respaldar el crecimiento. Para lo cual deben identificar las restricciones, lo que a su vez hace necesario reconocer las características especiales de cada país y realizar más análisis económicos, con mayor rigor que el que exige la fórmula”.
Termina el artículo señalando algo importante y que nuestros hacedores de política (MEF-Boys, entre otros) no quieren entender, tanto por sus limitaciones profesionales (distancia de la realidad nacional) como por la discrecionalidad de la que hacen alarde: “La década de 1990 enseñó mucho, y quizá lo más importante sea que nuestro conocimiento del crecimiento económico es muy incompleto, lo que exige más humildad cuando se asesora, un mayor reconocimiento de que un sistema económico no siempre responde como se predijo y más rigor económico cuando se formula el asesoramiento (...)”.
Asi que lo dicho, y en particular el punto sexto, nos señalan con claridad hacia donde debe apuntar la racionalidad de nuestras políticas: (i) diagnóstico correcto o explicativo de la realidad; (ii) identificación de las principales restricciones para el crecimiento de nuestra economía; (iii) priorización de sectores en función de su articulación económica y el grado de participación-capacidad de los agentes económicos; (iv) definición de estrategias y políticas de corto y mediano plazo, traducidos en normas e institucionalidad; y (v) como elemento integrador, la formulación de un Proyecto Nacional que se operativice a través de Planes de Desarrollo a largo plazo. Desde luego, si alguien piensa que ello es lo que se viene "consensando" en el foro del Acuerdo Nacional, es mejor que se quite las anteojeras...
(NOTA.- Los subrayados son míos)
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