El Perú y el TLC : un mal negocio
Uno de los temas de actualidad y con enormes repercusiones en nuestro futuro como país, es el denominado TLC (Tratado de Libre Comercio) con los Estados Unidos de Norteamérica, cuyas negociaciones se vienen realizando a través de una serie de reuniones (11) parciales y relacionadas a temas específicos (agroexportación, confecciones, propiedad intelectual, patentes,...) con la finalidad de concluir en un acuerdo general sobre un marco de comercio bilateral ente ambos países. El mismo que, básicamente, establecerá el nivel de tasas arancelarias a la que se someten los productos negociados para su ingreso a cada uno de los dos países.
Decimos que el TLC es de una enorme repercusión para el futuro de nuestro país, en la medida que más allá de un mecanismo que daría facilidades a ambos países para ingresar sus productos a cada mercado interno, se estarían estableciendo una serie de condicionantes para el Perú en su proceso de determinación de políticas de Estado, en particular las económicas tales como: (1) la priorización de sectores productivos, (2) el tratamiento a la inversión, (3) la redistribución de la renta, (4) la promoción del empleo e ingresos para una población desocupada y pobre; así como las sociales: (1) el gasto/inversión en infraestructura para salud y educación, (2) mejora en la calidad y cobertura de los servicios de salud y educación, (3) gastos para la atención de programas Madre-Niño, (4) gastos en la cobertura de programas para afrontar el SIDA/VIH, ... entre otros.
Dichas condicionantes que afectaría la toma de decisiones a futuro o a partir de la firma del TLC, tienen que ver con lo siguiente: (1) El TLC es permanente, no tiene fecha de término, y solo se puede modificar por acuerdo de ambas partes; (2) Para EE.UU. el TLC es un Acuerdo (Agreement); mientras que para el Perú es un Tratado Internacional, y en consecuencia se somete a la jurisdicción de organismos o instituciones que legalmente exceden el ámbito normativo peruano; (3) El hecho de aprobarse los aranceles negociados, no significa garantía de acceso, pues medidas relacionadas a certificación de origen y certificación fitosanitaria, impedirían el ingreso de productos a los EE.UU.; (4) La propuesta de que se debe mantener los niveles actuales de impuestos directos y regalías que en nivel mínimo pagan importantes inversionistas, implica traslado de soberanía y menor recaudación fiscal, con los efectos sociales y políticos que ello implica.
Por lo referido, y sin dejar de considerar que los Acuerdos Bilaterales de comercio internacional, viene siendo una estrategia norteamericana para enfrentar las posiciones de sus socios más importantes en el marco de la OMC (Organización Mundial de Comercio), próxima a reunirse en Hong Kong, y para lo cual llegar con el mayor número de acuerdos bilaterales, es una carta de juego importante; debemos señalar que la carencia de una posición peruana con respecto a las alternativas de Acuerdos Multilaterales, tales como el Grupo 21 (del cual sospechosamente se retiró el Perú), del ALCA y el MERCOSUR, vienen complicando no solo oportunidades de impulsar las exportaciones, sino particularmente la gestión de gobiernos futuros en la formulación de racionales políticas de desarrollo.
Asimismo, y quizás esto sea lo más grave, la negociación no está siendo liderada por la Cancillería peruana, institución con solvencia para negociar tratados, sino por el Ministro de Comercio Exterior y Turismo, con limitada capacidad sobre el tema pero colocado como principal operador por decisión del más alto nivel de gobierno, cuya directiva -desde el inicio de la negociación- es que “el TLC se debe firmar SI o SI”. Bajo dicho contexto, no es de extrañar el inadecuado diseño de las negociaciones, basado en compartimentos y orientado a que las discusiones se den en grupos cerrados y no articulados.
Dicho esquema, sostenido por un costoso soporte de los medios (TV, Radio, Diarios, etc.) para inducir a la opinión pública a favor del TLC a pesar de los estudios calificados que demuestran lo irrelevante de los beneficios a partir de escenarios económicos alternativos, no hace mas que revelar intenciones de no afrontar con firmeza y dignidad, un TLC que trasciende lo estrictamente comercial-exportador.
Por otro lado, y también grave, es el silencio de instituciones académicas (U. Lima, PUCP, U.Pacífico, UNMSM) que se consideran líderes en la formación profesional, así como de las organizaciones políticas con pretensiones de ser gobierno y que asumirán los costos económicos, políticos y sociales que el TLC dejará como resultante. Desde luego, juegan papel aparte una nueva generación de profesionales y postgraduados que vienen demostrando ser ajenos a los destinos de su propio país, y que participan con sumo “entusiasmo” en la línea de una aprobación inmediata del TLC. Es cierto también que la aprobación final del TLC pasará por el Congreso de la República, pero la opinión generalizada dentro de los sectores que cuestionan los avances y resultados del TLC es que no estarían a la altura de las circunstancias...
Decimos que el TLC es de una enorme repercusión para el futuro de nuestro país, en la medida que más allá de un mecanismo que daría facilidades a ambos países para ingresar sus productos a cada mercado interno, se estarían estableciendo una serie de condicionantes para el Perú en su proceso de determinación de políticas de Estado, en particular las económicas tales como: (1) la priorización de sectores productivos, (2) el tratamiento a la inversión, (3) la redistribución de la renta, (4) la promoción del empleo e ingresos para una población desocupada y pobre; así como las sociales: (1) el gasto/inversión en infraestructura para salud y educación, (2) mejora en la calidad y cobertura de los servicios de salud y educación, (3) gastos para la atención de programas Madre-Niño, (4) gastos en la cobertura de programas para afrontar el SIDA/VIH, ... entre otros.
Dichas condicionantes que afectaría la toma de decisiones a futuro o a partir de la firma del TLC, tienen que ver con lo siguiente: (1) El TLC es permanente, no tiene fecha de término, y solo se puede modificar por acuerdo de ambas partes; (2) Para EE.UU. el TLC es un Acuerdo (Agreement); mientras que para el Perú es un Tratado Internacional, y en consecuencia se somete a la jurisdicción de organismos o instituciones que legalmente exceden el ámbito normativo peruano; (3) El hecho de aprobarse los aranceles negociados, no significa garantía de acceso, pues medidas relacionadas a certificación de origen y certificación fitosanitaria, impedirían el ingreso de productos a los EE.UU.; (4) La propuesta de que se debe mantener los niveles actuales de impuestos directos y regalías que en nivel mínimo pagan importantes inversionistas, implica traslado de soberanía y menor recaudación fiscal, con los efectos sociales y políticos que ello implica.
Por lo referido, y sin dejar de considerar que los Acuerdos Bilaterales de comercio internacional, viene siendo una estrategia norteamericana para enfrentar las posiciones de sus socios más importantes en el marco de la OMC (Organización Mundial de Comercio), próxima a reunirse en Hong Kong, y para lo cual llegar con el mayor número de acuerdos bilaterales, es una carta de juego importante; debemos señalar que la carencia de una posición peruana con respecto a las alternativas de Acuerdos Multilaterales, tales como el Grupo 21 (del cual sospechosamente se retiró el Perú), del ALCA y el MERCOSUR, vienen complicando no solo oportunidades de impulsar las exportaciones, sino particularmente la gestión de gobiernos futuros en la formulación de racionales políticas de desarrollo.
Asimismo, y quizás esto sea lo más grave, la negociación no está siendo liderada por la Cancillería peruana, institución con solvencia para negociar tratados, sino por el Ministro de Comercio Exterior y Turismo, con limitada capacidad sobre el tema pero colocado como principal operador por decisión del más alto nivel de gobierno, cuya directiva -desde el inicio de la negociación- es que “el TLC se debe firmar SI o SI”. Bajo dicho contexto, no es de extrañar el inadecuado diseño de las negociaciones, basado en compartimentos y orientado a que las discusiones se den en grupos cerrados y no articulados.
Dicho esquema, sostenido por un costoso soporte de los medios (TV, Radio, Diarios, etc.) para inducir a la opinión pública a favor del TLC a pesar de los estudios calificados que demuestran lo irrelevante de los beneficios a partir de escenarios económicos alternativos, no hace mas que revelar intenciones de no afrontar con firmeza y dignidad, un TLC que trasciende lo estrictamente comercial-exportador.
Por otro lado, y también grave, es el silencio de instituciones académicas (U. Lima, PUCP, U.Pacífico, UNMSM) que se consideran líderes en la formación profesional, así como de las organizaciones políticas con pretensiones de ser gobierno y que asumirán los costos económicos, políticos y sociales que el TLC dejará como resultante. Desde luego, juegan papel aparte una nueva generación de profesionales y postgraduados que vienen demostrando ser ajenos a los destinos de su propio país, y que participan con sumo “entusiasmo” en la línea de una aprobación inmediata del TLC. Es cierto también que la aprobación final del TLC pasará por el Congreso de la República, pero la opinión generalizada dentro de los sectores que cuestionan los avances y resultados del TLC es que no estarían a la altura de las circunstancias...
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